Hoy por fin he hecho un trabajo que se ha caracterizado por tres cosas:
– Uno, sabía lo que iba haciendo (casi)
– Dos, me gustaba el resultado.
– Tres, me daba cuenta de las potencialidades de la herramienta.
He leído en los apuntes de programación (en mis palabras) que muchos de los fallos con los que se topan los programadores proviene del propio software, de las sucesivas revisiones y formas de rehacerlo una y otra vez…
Referente valiosísimo: mis amargas experiencias previas
¡Menos mal que pasé por Adobe! Ahora valoro muchísimo el arrojo que tuve al acercarme con tanto ímpetu a lo que llamo el “software de marca”, y si me alegro tanto de usar esta herramienta de software libre es gracias a mis muy amargas experiencias previas:
– Una, porque es gratuita. Firme un contrato de un año con Adobe para usar After Effects y Premiere, pero pagaba toda la suite sin tener ni idea… Tuve que seguir pagando Adobe sin usarlo hasta que, un buen día, me llamaron y me dijeron que no hacía falta que pagara más.
– Dos, porque no se me estropea. Previamente, me había descargado una versión en Artista pirata, que tal vez interactuó cuando me descargué la nueva. Con posterioridad, un listillo le tocó las tripas a mi Ae metiéndole el Duik para “hacerme el favor”, y desde aquel día se me colgaba el ordenador…
– Tres, por el fácil almacenamiento: ahora lo estoy guardando todo en la nube de Snap! Con Ae (After para los amigos, yo nunca lo fui) se me saturaron las nubes pero no quise pagar más nubes, así que mi mundo virtual estaba como la habitación del niño después de un cumpleaños.
– Cuatro, porque veo lo que hago, hay espacio. Cómo odiaba el espacio de trabajo de After Effects, donde apenas veía, estrecho, incómodo, patético.
– Quinto, no es una herramienta sectaria. No caer en una operación matemática fastidia, pero no tiene ni punto de comparación con la desesperación por la exclusión que sentía con Ae, dónde los compañeros compartían, sí: pero compartían guiños del bagaje previo que tenían (convenciones, lenguaje, lugares en el espacio de trabajo…), aspectos inaccesibles de inmediato para los de fuera; de modo que esa colectividad se convertía en una especie de secta con secretos comunes a unos pocos.
– Sexto, el lenguaje matemático es universal [o casi universal] frente a arbitrariedad de las convenciones del lenguaje de Ae: mocha, mate, incrustación, distorsionar, obsoleto, Boris, qué sé yo… no quiero excederme en las comparaciones, pero como dice Goya, el sueño de la razón produce monstruos. Listados interminables de efectos, cada uno con un número indeterminado de variables. Convenciones, convenciones fuera de toda lógica comprensible (sólo comprensibles para los que comparten genealogía) que me resultaban imposibles de memorizar, y a las que no deseaba dedicar mi vida.
– Séptimo, descubriré pausadamente sus posibilidades. En las herramientas prefabricadas hay cientos de posibilidades maravillosas y tú, convertido en Jack Nicholson, corriendo con tu hacha por el laberinto porque justo cuando quieres esa posibilidad no hay manera de encontrarla.
– Octavo, no he mirado, por ahora, referentes más que los que me han dado, voy improvisando. En cambio con las otras herramientas es copiar o morir. Para saber que existe algo (un efecto, una posibilidad etc.) te la tienen que desplegar visualmente antes. Eso no pasa con la programación, por ejemplo mi obra Sencillamente lana no existía en ningún sitio, ni siquiera en mi cabeza, antes de hacerla yo.
Risa y pena, además de rabia
Aspecto de risa: la verdad sobre el diente que me falta es que me lo rompí a la salida de una de las clases de Ae, estaba tan rabiosa que me compré un pack de salmón ahumado envuelto en plástico duro e intenté romper el plástico duro de un tirón, un tirón muy rabioso también. Ahí se quedó mi diente, víctima de After Effects.
Cuántos verdaderos artistas, como mi profesor de esta herramienta (con el que me tuve que pelear, claro… y al que pido humildemente disculpas desde aquí), cuántos artistas han desfallecido peleándose contra esos muros; muros de Adobe no, de hormigón armado. El era un auténtico artísta. Cuántas personas han sido pisoteadas por su propia herramienta que, como un cangrejo furioso, se ha pasado la vida pellizcando esas hermosas ideas que él desplegaba, como sueños que habían conseguido nacer sin ser sofocados. ¡Te aprecio mucho, profesor! Sobre todo, los trabajos con las letras, y esa letra que caía… o las bandas movidas por el viento…
– Y noveno: “es muy fácil”. A la IA también le han enseñado esta absurda expresión, me refiero a Copilot. “Es muy fácil”. Cómo odio esa expresión, y yo creo que nunca la he usado, porque es una expresión que denota una falta total de empatía.
El futuro está aquí: eso es absolutamente indudable
Está claro que el arte digital (no sé muy bien, todavía, usar otras especificaciones) es el futuro. Está claro que la historia del software ha sido corta pero intensísima. Está claro que la programación de alto nivel es una tarea intelectual de una envergadura descomunal con la que la mayoría no podemos ni queremos. Pero hay niveles… Y yo creo que hay que ir rellenando de abajo arriba bien y con orden, y las herramientas de programación creativa están por explorar. Es muy cómodo criticar el calentamiento global pero no separar la basura cuando la tiras (eso hago yo, muchas veces no la separo por vagancia). Es muy cómodo criticar a Elon Musk pero usar Photoshop. Yo invito a mis admirados compis latinos que compartían la clase de Ae (en la que voceé, lloré, me soné y hasta me rompí el diente) a probar la programación creativa, y a mis compañeros artistas de la UOC a confiar en ella… Yo misma voy a insistir y lo voy a conseguir.
Debatcontribution 0el Queridos Propietarios De Residencias De Ancianos
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